¡Mi primer gran reto: un León Realista!
Apenas llevaba un mes tatuando en estudio cuando se me presentó un reto que, en su momento, sentí que me quedaba grande: hacer un león realista en el antebrazo. Hasta entonces solo había trabajado piezas pequeñas, sin mucha experiencia en tatuajes brazo más exigentes. Pero como en todo lo que implica crecimiento, el miedo y las ganas se mezclan.
¿Cómo llegó este reto?
Luis, un amigo del colegio, me escribió por Instagram porque quería tatuarse. Le propuse el diseño del león porque quería incluirlo en mi portafolio y aprender a trabajar el pelaje animal. Él aceptó encantado, y aunque le di un precio accesible, dentro de mí pensaba: “¿Ahora cómo hago esto?”
Preparación con ganas, no con experiencia
La preparación fue un proceso muy honesto. Pregunté a mis compañeros del estudio, visité otros estudios en busca de consejos, y al final, terminé aprendiendo la técnica con un video de YouTube que vi la noche anterior. A veces no se trata de saberlo todo, sino de buscarlo con todas las ganas del mundo.
El tatuaje lo hicimos en tres sesiones. Al principio, todo era nuevo: en una zona pequeña tardé cuatro horas solo porque aún no sabía maniobrar bien la máquina. Pero cada avance me motivaba más. Ver cómo el pelaje tomaba vida en la piel fue una inyección de confianza. Aprendí a entender mejor los tonos, a controlar mi mano, a ajustar la velocidad según el voltaje… en resumen, ese tatuaje realista me enseñó más que cualquier clase.
Resultado final y lo que significó para mí
Luis quedó más que feliz con el resultado. Y para mí, ver esa pieza terminada fue una prueba de que sí se puede. Que los límites son mentales, y que con preparación, práctica y corazón, todo se alcanza.
Hoy ese tatuaje es más que una obra: es un punto de inflexión en mi camino como tatuador. Me enseñó a confiar, a no tener miedo a lo grande, y a creer que cualquier reto puede convertirse en logro si se da el primer paso.